Otoño primaveral
Si llueve a final del verano, en las dos últimas semanas de septiembre, por ejemplo, el otoño nos regalará otra primavera florida antes de que acabe el año. En mi memoria lleva ya mucho tiempo grabada una fecha clave, perfecta para ver en todo su esplendor a la flora serotina, en la franja costera oriental de la Región de Murcia: el 12 de octubre, día de la Hispanidad.
Después de dos años en los que el comienzo del otoño fue muy seco, y nefasto para disfrutar de la segunda primavera mediterránea, a la tercera fue la vencida. ¡Al fin! Miles de narcisos de otoño (Narcissus obsoletus, antes N. serotinus) estaban esperando, como las plantas del desierto, a las abundantes lluvias que se dan en un momento concreto, y tras el verano además es perfecto, porque también acompañan temperaturas suaves. Una situación otoñal, pero equiparable a la primavera, que se repite de forma recurrente, aunque irregularmente, en este rincón del Mediterráneo occidental, ¿quizá 3 o 4 veces en una década?. Entonces, miles de bulbos, la mayoría aletargados en las bolsas de suelo, así permanecieron en los dos otoños anteriores, captan la señal que dispara un desarrollo rápido, explosivo, que concluye en una floración casi totalmente sincronizada, que ocurre ¡en sólo 12 días!.
Son tantos los narcisos que florecen en un corto intervalo de tiempo que pueden verse algunos con siete pétalos por mera probabilidad, e incluso otros, mucho más raros, de ocho piezas. Seguramente fotografiar uno de estos últimos es comparable a encontrar un ‘trébol de cuatro hojas’, ¿traerá también suerte?
En otoños como este, cuando se produce esta impresionante floración de narcisos, hay que probar suerte y buscar una discreta y bastante esquiva planta también otoñal, la rara Scilla autumnalis. Durante prácticamente un siglo pasó desapercibida entre los ejemplares de otra especie muy similar del mismo género, más abundante y distribuida, la S. obtusifolia. Tan fácil es la confusión posible entre ambas que el botánico cartagenero Jiménez Munuera, que la cita por primera vez en las sierras de Cartagena, como Scilla autumnalis, en 1903, es consciente del error con S. obtusifolia y lo corrige muy pocos años después, en 1908. Pero, curiosamente, sin reparar en que también crecía la primera en territorio cartagenero. Quizá por esta facilidad de confundirlas, y porque casi que una ‘oculta’ a la otra, no fue hasta 1997 cuando se confirmó Scilla autumnalis en la Región de Murcia, donde aún son contadas las localidades conocidas.
Las dos escilas florecen generalmente sin hojas y casi al mismo tiempo, aunque quizá Scilla autumnalis lo haga un poco antes y requiera de menores precipitaciones previas. Con las hojas, que algunos ejemplares pueden tener durante la floración, casi ocultas en la base de la inflorescencia, desarrolladas de forma muy incipiente, no hay posibilidad de duda, si son lineares acabamos de encontrarnos con la especie más rara del género en Murcia. Y eso ocurrió el pasado 10 del 10, en el Parque Regional El Valle. Después de recorrer el trayecto desde el Albergue al Depósito [de agua] El Valle, y ver centenares y centenares de narcisos de otoño, nos encontramos, ya al caer de la tarde, sobre las siete, varios grupos de una Scilla que apuntaba a S. atumnalis, por el tamaño de las flores y coloración violácea azulada de éstas, que no eran moradas, algo mayores y más numerosas como en S. obtusifolia. Apenas hubo que buscar mucho entre la pinocha para ver las hojas, casi recién salidas del bulbo. Y no había duda, confirmaban a S. autumnalis, que no había sido indicada antes en las sierras prelitorales murcianas. Este es el pliego recolectado (clic aquí) para el herbario de la Universidad Politécnica de Cartagena (Herbario UPCT).
En este otoño primaveral tenía que acercarme también, sí o sí, a la Isla del Ciervo, enclave cartagenero que despertó en mi adolescencia el interés por las plantas, y al que sólo había vuelto en una ocasión desde que no está conectada por carretera con La Manga del Mar Menor. Concretamente estuve el 10 del 10 del 10 y me encontré la isla convertida en un desierto de piedra y sus suelos, ricos en bulbosas, secos y polvorientos. Tenía que borrar esa imagen de la isla de mi memoria y este otoño parecía perfecto para verla en todo su apogeo otoñal, ya que, si no me equivoco, cuando la vi así por última vez fue en 1997, hace nada menos que 15 años, se dice pronto. Lamentablemente en este extremo sureste del sureste de la región del sureste peninsular tuvo que llover menos, o quizá no lo suficiente, porque apenas habían flores de narcisos y escilas de otoño (Narcissus obsoletus y Scilla obtusifolia), nada siquiera parecido con la floración que esperaba y recordaba y que, pocos días antes, pude ver en el Cabezo Ventura, a escasos 16 km hacia el oeste, y en las sierras prelitorales.
Sólo algunos rodales de S. autumnalis, mayoritariamente en fructificación temprana, con hojas, y del raro ranúnculo o botón de oro de floración otoñal (Ranunculus bullatus), al que no veía ni fotografiaba desde 1997, atestiguaban que, al menos, este octubre no era extremadamente seco, como el los dos anteriores. Pero habrá que volver.