#NoaNuestraCosta
Una imagen vale más que mil palabras, pero para la de esta nota no está de más una breve explicación, en el siguiente párrafo, a modo de pie de fotografía:
En primer plano, la rara esparraguera marina (Asparagus maritimus), especie incluida en la categoría «En Peligro Crítico» de la Lista Roja 2010 de la Flora Vascular Española y, al fondo, proliferación de por entonces nuevos edificios al final de la Manga del Mar Menor, allá por septiembre de 2005, en pleno boom urbanístico.
Por si aún no ha quedado claro, este es un ejemplo, y se podrían poner otros tantos, de por qué el hashtag #NoaNuestraCosta lanzado por Greenpeace España en Twitter el pasado domingo, en contra de la reforma de la Ley de Costas, no es sólo un sentimiento ecologista, apenas generalizado en la sociedad española, sino un ejercicio de solidaridad colectiva y una reivindicación propia e inherente del ciudadano, muy necesaria y lamentablemente escasa y poco frecuente. Porque hasta la Constitución Española reconoce el derecho de disfrutar del medio ambiente y conmina a todos los españoles políticos y legisladores incluidos a conservar nuestro patrimonio natural.
En estos términos lo recoge, en su preámbulo, la Ley 42/2007, del Patrimonio Natural y de la Biodiversidad (BOE núm 299):
«En la sociedad actual se ha incrementado sensiblemente la preocupación por los problemas relativos a la conservación de nuestro patrimonio natural y de nuestra biodiversidad. La globalización de los problemas ambientales y la creciente percepción de los efectos del cambio climático; el progresivo agotamiento de algunos recursos naturales; la desaparición, en ocasiones irreversible, de gran cantidad de especies de la flora y la fauna silvestres, y la degradación de espacios naturales de interés, se han convertido en motivo de seria preocupación para los ciudadanos, que reivindican su derecho a un medio ambiente de calidad que asegure su salud y su bienestar. Esta reivindicación es acorde con lo establecido en nuestra Constitución que, en su artículo 45, reconoce que todos tienen el derecho a disfrutar de un medio ambiente adecuado para el desarrollo de la persona, así como el deber de conservarlo, exigiendo a los poderes públicos que velen por la utilización racional de todos los recursos naturales, con el fin de proteger y mejorar la calidad de vida y defender y restaurar el medio ambiente, apoyándose para ello en la indispensable solidaridad colectiva»
Entonces, ¿se puede permitir que desaparezca siquiera una de estas esparragueras marinas? Parece que sí, ya está pasando, pese a que los ejemplares murcianos podrían ser los únicos y los últimos de la especie en la Península Ibérica.